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Me creí inmortal hasta que me morí
Con esa frase comienza la obra, que sitúa al lector frente a la repentina muerte del protagonista (el propio autor) apenas cumplidos los cuarenta y seis años. Una muerte tras la que alcanza un estado singular, extraño, del que jamás había tenido noticia, ni siquiera en sus muchas lecturas, pues desde esa nueva situación puede recorrer el pasado de todas las vidas humanas que ha habido a lo largo de la historia de la humanidad y vivirlo como si estuviera en el presente.
Esta característica le permite entrevistarse con sus personajes preferidos, de tal modo que mantiene encuentros con Clara Campoamor, Ramón y Cajal, Miguel de Cervantes, Shakespeare, Mozart, Bach… y otros muchos, al tiempo que nos va desvelando su propia vida personal, repleta de amoríos y viajes, hasta que le sorprendió la muerte temprana.
La novela es novedosa en un planteamiento que le permite al lector transitar por momentos cruciales de la historia de la literatura y del arte, de la historia de la humanidad, en fin, como si estuviera viviéndolos en persona, y conocer a sus protagonistas de primera mano, en unos encuentros, aunque imposibles, muy verosímiles.